miércoles, 9 de marzo de 2011

LA QUINTA COLUMNA (Parte 2) 2008

[...]

Los seis giran sus cabezas hacia detrás de la cámara.

– ¿Dónde está el continuista? ¿Dónde está ese maldito continuista? –vocifera el director.
– ¿Qué pasa? –dice Nuria, perdida detrás de sus anteojos, ya casi marcando una quinta retoma en la planilla.
– ¡El reloj! ¡El reloj! Se supone que Pedro no debe ir al baño hasta las seis y veinte. ¿Qué carajo hace el reloj a las cinco y media? ¿No se dan cuenta que hay un problema de continuidad? ¿Dónde está el maldito continuista? ¡Es él el que tiene que estar en esos detalles, no yo! —remata.
Un hormiguero de asistentes salta al escenario para volver a ubicar todo en su lugar: el reloj en hora, la nueva medida de whisky para Nicolás, las tazas de café de la pareja en la barra: detalles que les dan tiempo a los maquilladores para retocarles el rostro. Pedro resopla mientras le espolvorean la cara. Siente su frente perlada y también un sudor frío. El galpón es agobiante. En realidad, todos los platós lo son. Tiene la boca reseca. Sabe que es el vino. Necesitaría agua para aplacar la sed; raudales de agua para calmar esa sequedad que parece subirle desde la boca del estómago. Es Gaia quien se le acerca para servirle el sexto vaso.
– No, no, no señorita. Quiero una botella de agua.
– Eso no está en el guión —sonríe ella, mostrando sus pequeños dientes blancos.
– Me querés mamar. Ya vamos a hablar.
Gaia sigue mostrándole esa boca entreabierta desde la que se asoma su lengua, aquella que lo rozaba y lo hacía resbalar hacia la caricia del olvido, hacia el tiempo placentero en que el mundo se detiene. Ella no le contesta; está absorta procurando que no se le derrame ni una sola gotita.
– Ya vas a ver si no vamos a hablar.
– Eso si te queda aliento. No tenemos nada más que hablar —le responde con un gesto duro, casi desafiándolo. Pura ciclotimia, la tan buena actriz. Le daría vuelta la cara de una bofetada pero los hombres deben ser caballeros; los caballeros deben saber mostrar su otra mejilla y él es caballero, y sin embargo… Alexis parece adivinarle la intención y lo toma del brazo.
– Dejála boludo. Después hablan. Terminemos con esta escena de una buena vez—, le dice por lo bajo.
Pedro mira a Nicolás, que le devuelve una sonrisa socarrona desde la barra.
– Y vos ¿qué carajo mirás? Vos también la vas a ligar. No te pensés que te la vas a llevar de arriba.
– Che, a ver si dejan esas boludeces para después —dice el director—. Gaia, más actitud. Ya premeditaste todo con Nicolás. Mové más la cintura cuando te acerques a la mesa. Con ese movimiento Pedro confirma que estás con Nicolás, y eso es lo que da pie a lo que sigue. Gaia, acordáte: sos Dalila ante de cortarle las chuzas a Sansón. Vamos, che, media pila. Esta escena deberíamos haberla terminado hace media hora por lo menos. Los quiero concentrados. Pedro, ¿vos te sentís bien, estás para seguir?
Pedro sabe lo que sigue. Todo es parte de la parodia. Le responderá que sí, levantando su pulgar pero mirando fijamente a Gaia. El director volverá a dar la acción para que la escena siga hasta el final. Volverá el giroscopio del galpón y las luces agobiándolos. Seguirá la sed y sólo habrá vino. El director largará la escena más tarde, cuando él levante la mano y Gaia se acerque a la mesa. Alexis pedirá su cerveza y él su cerdo agridulce. Alexis repasará los pasos a seguir. Él hará que se siente mal y se irá al baño, desde donde se escapará por la pequeña ventana que está en la pared contra la que descansa el inodoro. Desde afuera escuchará los cuatro disparos, después de los cuales se encontrará con Alexis para huir en el auto que él ya habrá arrancado. Fin de la secuencia. De ellos no se sabrá más nada; sí en la secuela, pero no ahora. Para cuando llegue la policía, ya habrán escapado y la venganza estará consumada. Encontrarán los cuatro cadáveres y deducirán que todo fue un crimen pasional. Fin de la película. En la increíble ironía de la doble escena, casi quiso que las balas fueran reales.
– ¿Pedro? ¿Estás bien? –repite el director.
Pedro levanta su pulgar mirando fijamente a Gaia.
– Bárbaro. Los puteríos me los dejan afuera, ¿se entendió? Vamos de vuelta, desde que te tomás el trago antes de llamarla a Gaia, y vos, Gaia, cuando te acerques a la mesa, ¡acordáte de moverte! ¡Mové el culo!, ¿Estamos? Vamos de vuelta. ¿Cámara?
– Corre cámara.
– ¿Sonido?
– Corre sonido.
– ¿Listos?
Todos asienten.
– Y… ¡acción!

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